domingo, 30 de septiembre de 2007

TU FOTO.

Es la foto más importante de mi álbum. La mayoría de la gente no la entiende, lo que pasa es que las personas no entienden el alma. Todos quieren ver un hermoso paisaje en el cual se le diga, “mira, allá al lado del obelisco, soy yo”. Eso ha pasado con todas las fotos, ahí estoy yo, en la librería de Santa Fe al lado de los libros, mostrando el café, caminando por Corrientes, en Palermo tomando cerveza, en Mataderos bailando Chamame, en Maderos comiendo una Pizza auténticamente porteña. Ven la sonrisa que se me aparece en cada una. Pero ésta, ésta no la entienden, porque ésta muestra tu ausencia, tu falta, en esta foto no estás tú, está tu vacio, ese vacío de miel y café, mesclado con croissant de chocolate, que me dejaste cuando te marchaste. La luz amarilla que se refleja tras el ventanal es tu aureola burlona, que me dice estoy y no estoy, y la sombra oscura que aparece más allá es la pena que cargas de no encontrarte, de no saberte. El espacio blanco, y dicen que el blanco y el negro no existen, es la huida que haces todas las mañanas cuando te atisbas en el espejo y decides que hoy tampoco estarás ni para mí, ni para ti, porque es más fácil no ser, como el blanco o el negro, pero tú decidiste ser blanco, porque el negro no te queda y te resalta esa tristeza que se te asoma como trigales amarillos en otoño. Y ese verde de la esquina derecha es tu esperanza, ese granito de esperanza con la cual caminas por el mundo, pensando que un día las luces de bengala aparecerán y entonces podrás detener tu marcha y descansar en los brazos del amor, ese amor que se te ha escurrido entre los dedos como agua tibia, justo en el momento que pensabas atraparlo, pero no te has dado cuenta que el amor no se atrapa, menos cuando su vacio nace de esa falta primigenia existencial de haber nacido de mujer y de esa teta que no se recuperará porque no se tuvo. Y el azul de abajo es la luz que alumbra tu camino, porque si no tuvieras esa luz tropezarías cada día y mis brazos no estarían para acariciarte, porque los has desechado pensando que en algún espacio hay unos mejores que los míos. Los míos que se extendieron como alas para cuidar tu camino y que se quedaron con ese sabor natroso de ausencia y abandono. Más atrás del verde y cerca del azul, aparece el rojo de tu pasión, esa pasión que aún te alimenta el corazón y con la cual te sentiste en derecho de despreciarme, porque claro, yo sobrepasaba los años de tu ardor, y sentenciaste que mis amores no alcanzarían para apagar ese rojo de lava y copihues que se te aparece en el bajo vientre en las auroras primaverales. Y esa mancha indeleble que está entre la luz amarilla y el blanco es mi amor que te cuida, más allá de la soberbia de tu juventud, porque junto a ella hay un marrón que muestra tu futuro herido, y en ese futuro, mi amor estará acariciando tus heridas.

1 comentario:

Unknown dijo...

CECILIA, maravilloso, simplemente un recuerdo puede dejar ese sabor, ese sentimiento desatado ante la no presencia, por que esta no es... pero existe; asi como yo escribo este mensaje y tu lo lees en este ahora, que no existia cuando yo he pulsado cada palabra en el teclado y quise desafiar al tiempo y su paso incesante, como un ayer Buenos Aires, como el amor en una fotografia.